miércoles, 8 de junio de 2011

Ciudad de Dios


Una película muy cruda de una dolorosa realidad, pero a cuánto está nuestro país de que sus tugurios y su gente opten por las mismas formas de vida.
            Antes de esta película se podría pensar que los pobres que viven en favelas como éstas no pueden aspirar mas allá de la vida de crímenes y dinero fácil, pero entre todas las posibilidades aparece Buscapé, quien representa la esperanza dentro de un infierno en la tierra.
            La ambición que se apodera de los hombres que lideran grupos lo bastante grandes como para gobernar una ciudad y hacer respetar sus propias leyes a base de armas y muertes es lo que más resalta en la película, cómo el sueño de un niño tan pequeño fue el de convertirse en el criminal más poderoso y respetado llego a hacerse realidad con sangre y vidas de inocentes.  
            No le fue suficiente el ganar dinero saqueando locales y asesinando a sus víctimas, sino que quiso ir más allá y conquistar la favela casi entera desatando una guerra entre las 2 bandas más fuertes del momento, pero lo impresionante de su ejército con el que se llevaron a cabo las “batallas” es que ambos eran integrados por niños que quizás en algunos casos no superaban los 10 años de edad y que ya habían matado, robado y consumido drogas, por lo cual se sentían orgullosos y fuertes.
            Puede que tal vez con una educación que se hubiese impartido un poco más fuerte y un gobierno que no se hiciera de la vista gorda para con esta gente, su historia en Ciudad de Dios hubiera sido diferente.
            Se permitió el narcotráfico, los asesinatos y demás actos impunes por parte de los criminales que ya tenían establecida casi una mafia y de los mismos oficiales corruptos o tal vez oficiales que por sobrevivencia recibían dinero y se callaban las cosas.
            En esa ciudad olvidada un poco de apoyo social, económico y psicológico pudo haber tenido gran influencia en la ética y la moral, se vio que se les colocaban postes de luz, pero la favela ya era dominada por las pandillas, los sin alma y sin corazón, la ley de la favela era matar o morir.
            En clase se hizo un ejercicio de imaginarse a una niña que crecía en un pueblo pobre donde su mamá era prostituta, tenía muchos hermanos y la escuela quedaba a 8 kilómetros, la mayoría la imaginamos mugrosa, fachenta, descuidada y hasta prostituta también, pero también podemos imaginar que uno de sus hermanos mayores por rescatarla la llevo a la escuela, se preocupo por su educación y la guío hasta sacarla de ese destino cruel que le esperaba a la vuelta de la esquina, y porque no, que la niña por cuenta propia y deseo de superarse haya salido por su cuenta.
             Nosotros los de la clase media alta no podemos imaginarnos mas allá de la burbuja en la que vivimos, creemos que nunca nos va a tocar vivir algo así, y no nos interesa lo que ocurre en la León XIII o los cuadros, nos acordamos de ellas cuando en las noticias se mencionan, cuando nos asaltan y nos roban nuestras pertenencias, o cuando asesinan a un familiar, es ahí en ese justo momento que despertamos del sueño y vemos claramente como es el mundo que nos toco vivir.  Los millonarios jamás se darán cuenta de esas cosas, y muy probablemente a la mayoría no les interese mientras no se toque su dinero.
            Vivimos en un mundo capitalista, porque el verdadero ente que hace que se mueva es el dinero, como papeles, números, monedas o cosas inertes tienen más valor que comida, vidas humanas, sangre inocente, todo para qué, para que los poderosos sean más poderosos y los subordinados bajen mas la cabeza.  Creen erróneamente que el dinero es igual al desarrollo, pero el desarrollo viene del deseo de superación, es solo que en algunos casos el deseo no es suficiente.
            Este despertar a la realidad, Ciudad de Dios, nos muestra que no hay depredador más peligroso para el hombre que el mismo hombre, solo por perseguir fines de lucro, al llegar a tal codicia no importa si al frente hay un niño, una mujer, un hermano, una madre, todo lo sacrifican por algo que solo puede alimentar las llamas del fuego con su papel, el dinero.
            Buscapé quiso ir más allá, busco otra forma de vivir, cumplió su sueño de ser fotógrafo y logró salir del infierno que no podría llamarse nunca su hogar.

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